Podía sentir sus manos acariciándola, sus labios rozando su boca...su cuerpo acurrucado junto al suyo bajo ese enorme edredón.
Era esa sensación de saber que había estado allí, formando parte de su mundo, de ese templo del caos que era su vida, pero en el que encajaba tan bien. Esos instantes que se quedan grabados en la memoria más profunda, que empiezas a pensar si serán instantes que recordar toda tu vida, o más bien instantes que con el tiempo y la distancia se irán borrando de ambas mentes hasta desaparecer, o ser sustituidos por otros nuevos.
Ella no quería que desapareciesen, se afanaba todos los días en recordarle por mucho que supiera que ese sentimiento le causaba cierto dolor y tristeza, no quería olvidar, se negaba a hacerlo, quería que esos pequeños instantes que para ella se habían convertido en su vida, siguieran formando parte de ella, al menos hasta saber si aquella situación tendría arreglo en el futuro, algo que preveía oscuro e incierto...pero que le hacia tener esperanza.